---Junio de 2008

---Misas de San Josemaría en Gran Canaria y Tenerife



   
   

 

 

 


-- 26 de junio de 2007:
--Misas de San Josemaría en Tenerife y Gran Canaria


Misa en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Tenerife

El templo estaba abarrotado de fieles, con la presencia de numerosos jóvenes


 

 

 

 


Vinieron familias de diversas partes de la Isla,
como esta familia, que vino desde Arona, en el Sur.
El pequeño se llama Josemaría.

 


 

Homilía del Sr. Obispo de Tenerife, Mons. don Bernardo Álvarez Afonso


"Señor Cura párroco, don Juan, hermanos sacerdotes,
hermanos y hermanos todos en el Señor:

Celebrar la fiesta de un Santo -en este caso de san Josemaría- significa siempre reunirnos para dar gracias a Dios y para bendecir a Dios, porque de un ser humano como nosotros ha hecho a alguien Testigo auténtico del Evangelio de Jesucristo.

El poder de Dios hace ese milagro patente que es la vida de un Santo. Por eso, en último término, a quien honramos no es al Santo, sino a Dios, que es Quien ha obrado grandes maravillas en el Santo: en primer lugar, dándole los dones para que alcanzara ese vivir junto a Dios y cara a cara; y en segundo lugar, para que a través de él, tanto en su vida terrestre como ahora desde el Cielo, siga haciendo grandes obras en favor de la Iglesia y en favor del mundo entero.

Al celebrar a un Santo damos gracias a Dios; y por intercesión del Santo pedimos a Dios que nos ayude a vivir tal como él vivió; tal como refleja su vida, en el contexto histórico que le tocó vivir, con un modo de seguir a Jesucristo que resulta valido también para nosotros.

Por eso le pedimos al Señor que nos ayude a seguir los pasos de Cristo, como él los siguió; e invocamos al Santo para que nos proteja y nos ayude, fijándonos en el ejemplo de su vida.

A veces el Evangelio se nos antoja imposible, especialmente cuando leemos algunas palabras de Jesús, como la necesidad de perdonar a los ememigos, de no devolver mal por mal, de negarnos a nosotros mismos... Se nos antoja que eso es para gente muy privilegiada, muy especial...

Nos da la sensacion de que eso lo pudo vivir la Virgen María, porque era su Madre y tenía una gracia especial; y algún que otro santo extraordinario, heroico...

Y llegamos a creer que el Evangelio es poco menos que imposible de vivir y que está reservado para una élite.

 

Vivir el Evangelio en la vida cotidiana

Tanto las enseñanzas como la vida de San Josemaría nos ponen de manifiesto que vivir el Evangelio es posible para cualquiera: no hace falta ser monje, ni meterse en un convento, ni irse de misionero, ni consagrarse a la vida sacerdotal o religiosa; con su vida y con su enseñanza nos dio testimonio de que es posible vivir el Evangelio en la vida ordinaria.

Ese es, por decirlo así, el marchamo específico que aporta el carisma del Opus Dei en la vida de la Iglesia: la posibilidad de ser santo en la vida ordinaria. Viene a decir: no tienes que dejar de ser padre o madre de familia; no tienes que dejar de trabajar donde estás trabajando; no tienes que dejar de vivir en la sociedad en la que vives: ¡no tienes que retirarte a un mundo aparte para alcanzar y vivir el Evangelio y para aspirar a la santidad!

Cuando el Concilio Vaticano II trató del tema del Pueblo Cristiano habló de la llamada universal a la santidad: esa llamada universal quiere decir que todo cristiano, por el hecho de estar bautizado está llamado a la santidad. Esto lo dice San Pablo en el comienzo de la Carta a los Efesios: "nos eligió antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor".

A continuación el Sr. Obispo habló del Concilio Vaticano II que recogió el mensaje de san Josemaría, junto con la reflexión de numerosos teólogos de la teología del laicado, recordando a los cristianos la llamada universal a la santidad, "una verdad fundamental de la historia de la Iglesia que estaba un poco olvidada.

Y todavía tendríamos que decir que no acaba de prender profundamente en el pueblo cristiano en general esta conciencia de que todos estamos llamados a ser santos y que todos podemos alcanzar esa meta de la santidad, viviendo la vida ordinaria conforme a la voluntad de Dios".

A continuación el Sr. Obispo glosó la importancia del sentido de la filiación divina en la vida del cristiano corriente.

 

 







Al concluir la
ceremonia
el Sr. Obispo
estuvo
departiendo
con los fieles


Misa en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria

Homilía de Mons. Francisco Cases, Obispo de la Diócesis de Canarias

 

Casi mil personas asistieron en la Catedral de Santa Ana, de las Palmas de Gran Canaria,  el martes 26 de junio a la concelebración de la Eucaristía, presidida por Mons. Cases, Obispo de la Diócesis de Canarias, por la fiesta de San Josemaría, fundador del Opus Dei. 

 

La Santa Misa fue atendida con el máximo respeto, y los cantos estuvieron apoyados por la magnífica calidad del coro de Santo Domingo.

 

El Señor Obispo, hablando en su homilía de la santidad y del sentido vocacional de nuestro cristianismo, hizo una referencia a los pasos que San Pedro va dando en su encuentro con el Señor en la pesca milagrosa.

 

"En primer lugar responde san Pedro a la petición del Maestro prestando su barca; después, humilla su inteligencia y acepta echar la red, cuando habían estado faenando toda la noche sin éxito; y, finalmente, sorprendido por el milagro,  le reconoce su Señor: “Señor apártate de mí que soy un pecador”.

 

Para entender lo que es la santidad me parece  muy adecuada la expresión configurarnos con Cristo del que habla la oración que aparece en la misa para la fiesta del santo: “Señor y Dios nuestro, que elegiste a San Josemaría, presbítero, para anunciar en la Iglesia la vocación universal a la santidad y al apostolado: concédenos por su intercesión y su ejemplo que realizando fielmente el trabajo cotidiano según el espíritu de Cristo, seamos configurados a tu Hijo y, en unión de la Santísima Virgen María, sirvamos con ardiente amor a la Obra de la Redención".

 

Terminada la Eucaristía, se pasó a venerar y besar la reliquia del Santo, y los alrededores de la Catedral se vieron invadidos por un gentío lleno de un tranquilo alborozo.

 

 

 

 

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