En recuerdo de Diego

Diego Carlier, padre de familia, marino.


El 25 de octubre de 2012 falleció cristianamente en Santa Cruz de Tenerife Diego Carlier. Era un andaluz de San Fernando, hombre bueno, esposo y padre ejemplar, gran profesional y dotado de una simpatía que repartía a raudales. Ha dejado en las islas una siembra maravillosa de vida cristiana. Mientras este marino surca los mares en los que siempre ansió navegar, reproduzco el breve testimonio que me dio hace pocos años.



Diego Carlier es un marino andaluz de ochenta y cuatro años, supernumerario del Opus Dei, descendiente de una conocida familia de marinos.

En la fotografía, tomada en el vestíbulo de su casa de Santa Cruz, se ve un cuadro al óleo del navío de guerra que capitaneó su abuelo a finales del siglo XIX, en los años turbulentos de la guerra de Cuba.

Bajo ese cuadro, una fotografía recoge un momento especialmente feliz de su vida, cuando Juan Pablo II ordenó sacerdote en Roma a uno de sus seis hijos.

 

Don Diego vive en Tenerife desde 1972, año en que le destinaron a la Comandancia de Marina de Santa Cruz. No había comenzado todavía de forma estable el trabajo apostólico del Opus Dei en Tenerife.

Mientras tanto, este padre de familia numerosa, junto con otros miembros y cooperadores del Opus Dei, fue uno de los pioneros en la difusión del mensaje cristiano de san Josemaría en toda la Isla.

Un sacerdote del Opus Dei -don Fernando Carbonell, que también ha dejado su testimonio en esta página- y un laico, Antonio Dols, miembro numerario de la Prelatura, viajaban desde la isla hermana de Gran Canaria para atenderle espiritualmente y alentarle en su afán evangelizador.

Muy pronto, numerosos canarios de toda condición social comenzaron a encarnar este espíritu cristiano en sus vidas.

Antonio Dols, al que alude don Diego en su testimonio, era un ingeniero que trabajaba en el Servicio Hidraúlico de las Palmas. Años después se ordenó sacerdote del Opus Dei y desarrolló su ministerio en Gran Canaria.

Falleció por enfermedad en el año 2005, dejando una honda semilla de vida cristiana en todo el Archipiélago. Tras su muerte, Tomás Quevedo escribía estas palabras en La Voz de Lanzarote en su memoria:

"Antonio... Te fuiste con tu fe tras toda una vida dedicada a los demás. Partiste tras cumplir con tu vida y tu destino llevando amor, fe, paz y esperanza a los corazones de cuantos te conocieron y disfrutaron de tus consejos y tu compañía".


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