¿Merece la pena? Sí.

Carmen , estudiante de Medicina



 

 

A esta estudiante de Medicina de Santa Cruz los modelos de vida que le ofrecen determinados ambientes de la sociedad en la que se mueve no le dicen nada.

Le parece que son proyectos llenos de vacío, unos proyectos que cuando alcanzan su objetivo, muestran más desoladoramente aún su vacuidad, su desolación interior.

En el mensaje cristiano, que ha conocido a fondo gracias al carisma del Opus Dei -Carmen asiste a algunos medios de formación en Santa Cruz de Tenerife- ha encontrado el sentido más hondo de su existencia: un sentido anclado en Dios, con un profundo respeto por la condición humana.

Sin embargo, hacer esa opción -cuenta esta futura médico-, no deja de resultar costoso en el día a día, porque lo cómodo es dejarse llevar por el ambiente, por lo "políticamente correcto", por lo que hacen los demás.

Actuar con sentido crítico y a contracorriente, cuesta, claro que cuesta. ¿Merece la pena? "Sí -concluye Carmen- sin ninguna duda".

Éste es el secreto

Las palabras de Carmen se hacen eco de lo que afirma san Josemaría en su homilía Hacia la santidad:

"Seguir a Cristo: éste es el secreto. Acompañarle tan de cerca, que vivamos con El, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con El nos identifiquemos. No tardaremos en afirmar, cuando no hayamos puesto obstáculos a la gracia, que nos hemos revestido de Nuestro Señor Jesucristo. Se refleja el Señor en nuestra conducta, como en un espejo. Si el espejo es como debe ser, recogerá el semblante amabilísimo de nuestro Salvador sin desfigurarlo, sin caricaturas: y los demás tendrán la posibilidad de admirarlo, de seguirlo.

En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos.

Ruego al Señor que nos decidamos a alimentar en nuestras almas la única ambición noble, la única que merece la pena: ir junto a Jesucristo, como fueron su Madre Bendita y el Santo Patriarca, con ansia, con abnegación, sin descuidar nada".


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