Que me ves, que me oyes...
Si no lo creyera así,
¿con quien estaría dialogando?

José Flores, pintor de locales y de interiores,
de La Victoria de Acentejo, Tenerife


 

 

José Flores nació en La Victoria de Acentejo, aunque gran parte de su vida ha residido cerca de allí, en La Matanza de Acentejo, a orillas del Atlántico. Es pintor de locales y de interiores, como delatan sus manos recias, acostumbradas a trasegar con escaleras y a manejar la brocha con firmeza y habilidad.

Participa desde hace años en los medios de formación del Opus Dei en la parte norte de la isla: en las charlas y clases de vida cristiana que tienen lugar en casas de amigos y conocidos; o en los retiros espirituales que se celebran en algunas parroquias de la zona, que ceden los párrocos para ese fin durante algunas horas.

Don José habla de la oración de contemplación, comentando esas palabras iniciales -que ya son oración- que san Josemaría recomendaba decir antes de comenzar el diálogo cotidiano con Dios: "Señor Mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes".

Desvela en este testimonio algo de su intimidad espiritual. "Ahora siento especiamente la responsabilidad de la oración", comenta cuando acaba la grabación.

Responsabilidad. Dios se apoya especialmente en los que rezan, en los que desagravian por tantas ofensas; en los que imploran gracias para este mundo nuestro; en los que contemplan.

Como explica el Catecismo de la Iglesia, la contemplación es el tiempo fuerte de la oración. En ella, el Padre nos concede "que seamos vigorosamente fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en nuestros corazones y que quedemos arraigados y cimentados en el amor" (Ef 3, 16-17).

 


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